En la sociedad tradicional lo más importante era la integración del hombre con la sociedad a través de la naturaleza. La economía se basaba en la subsistencia. Los hombres no hacían las cosas por un interés económico, sino por las primas sociales – lo más importante era el prestigio social -. La economía no conocía ni el coste, ni el beneficio, ni el excedente.
En el mundo Medieval de Occidente el trabajador -y todos trabajan, cada cual según su estado, si no de otro modo, rezando- produce para sí mismo, y lo que produce, él lo consume, por cuanto el suplemento exigido por el amo tiene una contrapartida: protección y justicia.
Los valores burgueses -espíritu emprendedor, gestión racional, apetencia de lucro, interés privado sustituyen a los valores nobles -limosna, sumisión, costumbre, bien público. El homo faber se convierte en homo oeconomicus.
Los cambios económicos se apoyan en los nuevos derechos de propiedad, en las nuevas disposiciones legales y políticas, y en un sistema institucional creado deliberadamente y sostenido artificialmente a través de un mercado autorregulador cuyo funcionamiento autónomo exigió la transformación de la sociedad y la naturaleza de las mercancías (la economía de mercado es una institución nueva que no ha existido en ninguna sociedad anterior).
Esta nueva estructura económica – la economía de mercado – representó una violenta ruptura con las condiciones precedentes. El paso crucial fue que la tierra y el trabajo se convirtieron en mercancías, es decir, se trataron como si hubieran sido creados para la venta. Por supuesto, no eran realmente mercancías, ya que no habían sido producidas (como la tierra), y de ser así, no podían estar en venta (como el trabajo).
Para saber mas: El sustento del hombre. Karl Polanyi.
Para saber más: La Edad Media. Robert Fossier.
Del homo faber al homo oeconomicus
mayo 16, 2008
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