Las organizaciones humanitarias se han convertido en máquinas multinacionales con grandes presupuestos, que están impregnadas por la tecnocracia, el conformismo y la lógica de la autoconservación; un negocio, que necesita atraer socios y subvenciones oficiales, para poner en el mercado un producto solidario del que existen diferentes marcas humanitarias para la manufactura y distribución de caridad. Los mayoristas de la filantropía ofrecen a su clientela un servicio completo y éticamente reconfortante: redimen el sentimiento de culpabilidad a través de un donativo económico.
El humanitarismo se cubre con un manto de inocencia, que asegura sanar al enfermo, alimentar al hambriento, cobijar al desamparado y proteger al desvalido, pero mata, es corrupto, competitivo y mezquino, financia guerras y empeora la situación de las víctimas a las que socorre; uno de los pilares donde se apoya el orden mundial liberal; al igual que sus antecesores los misioneros, socorren enfermos y quieren erradicar el sometimiento, justificando primero las invasiones y posteriormente las conquistas (Bosnia, Kosovo, Afganistán, Irak...).
La acción humanitaria no ha sido nunca la respuesta apropiada a los incontables padecimientos del mundo pobre, es siempre un símbolo del fracaso es utilizada en las relaciones internacionales al servicio de la política exterior de los estados; así después del 11 de septiembre de 2.001 se va hilvanando un nuevo ‘sistema de socorro y reconstrucción’ tras el acontecimiento de conflictos y desastres.
Para saber más: Una cama por una noche. David Rieff
Para saber más: El espejismo humanitario. Jordi Raich
Para saber más. El laberinto humanitario. Médicos Sin Fronteras
Humanitarios: los nuevos santos
febrero 06, 2007
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