François de Ravignan
¿Qué hacer?
Cuándo se le preguntaba "¿Qué hacer?", François Partant respondía generalmente: "No hay nada que hacer", lo que podría pasar por una respuesta totalmente desesperada. Pero como él mismo hacía muchas cosas, podemos pensar que no era precisamente no hacer nada lo que proponía. Lo que de hecho quería decir es que las soluciones globales que serían necesarias en el marco del sistema global son muy improbables (en oposición a los utopistas del Nuevo Orden Internacional de los que tanto se habló en los años setenta). Por una parte porque los poderes que se ejercen sobre ese sistema, a saber Estado y Capital, no están por la labor de ponerlo en cuestión. Por otra parte porque es casi imposible que las decisiones económicas, fundamentalmente contrarias a las que se toman hoy en día, se impongan a la vez a todos los pueblos del planeta.
A partir de la experiencia rica en invención social pero efímera de la primavera malgache (mayo de 1972), François Partant imaginó en seguida que los excluidos del sistema podrían organizarse entre ellos para producir lo que les fuera necesario e intercambiar, siempre entre ellos, según reglas convenidas de común acuerdo. Estaba muy atento a todas las experiencias alternativas que pudieran surgir aquí o allá, desde los marginales berlineses hasta en diversos países del tercer mundo, pasando por las regiones rurales francesas. Se apasionaba por las informaciones que le llegaban de Andalucía, donde la integración económica de la agricultura en el Mercado Común Europeo llevaba al paro a miles de jornaleros agrícolas, pero donde surgieron grupos organizados con una perspectiva de supervivencia autónoma en el mayor grado posible.
François Partant era sin embargo muy crítico con las alternativas y las rechazaba categóricamente si le parecía que volvían tarde o temprano a una forma cualquiera de integración en el "sistema".
Sin duda pasará tiempo para que a través de esas alternativas, sus actividades, la coordinación que se den a sí mismas y los organismos de iniciativa que deberán nacer, se encarnen las intuiciones y las ideas de aquél que, aún centrado en los últimos años en su mesa de trabajo, quería apasionadamente ver nacer la alternativa sobre la que meditaba. Pero este largo camino ¿llegará antes de que las fuerzas de destrucción, hoy en marcha, hayan causado fracturas irremediables?
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