"A primera vista el mal de las guerras son los muertos y la destrucción. Eso podría hacernos pensar que se trata de un mal menor, si la causa es justa. Pero lo bien cierto es que existe otro mal de las guerras, de todas las guerras, que pone en entredicho que alguna pueda ser justa. El mal de toda guerra es que aumenta el error con el que los humanos se juzgan a sí mismos y a los demás, lo que no puede sino avivar las causas de la violencia.
Simone Weil afirma algo que, de entrada, resulta sorprendente. En efecto, dice que las guerras son episodios imaginarios, aunque la muerte y la desolación sean muy reales. La guerra impide ver la realidad en sus propios límites: quienes se enfrentan proyectan sobre el otro la imagen que les permite verse a sí mismos como poderosos y exultantes. Puesto que este error de la imaginación lo practican todos los que participan de las guerras – e incluso quienes no participan y se limitan a ser espectadores – las consecuencias de la victoria de unos y la derrota de otros llevará la marca de ese error.
( ... )
Weil nos advierte de que es fácil caer en la opinión bienintencionada de creer que una causa justa sigue siendo justa después de ser vencida. No es así. La destrucción de una guerra no solo queda patente en los bienes materiales que desaparecen. Es mucho más grave, puesto que también los valores espirituales de los vencidos serán borrados del mapa. El uso de la crueldad, por parte de los vencedores, puede llegar a paralizar los espíritus y eso conduce a la población a la desesperanza y a la cobardía, o a las dos cosas, una detrás de otra.
( ... )
Igualmente debemos saber que es una práctica habitual efectuar una lectura de los seres humanos que les quita realidad, volviéndolos abstractos portadores de una bandera, de una ideología. Y que esa lectura lleva impresa la huella de los enfrentamientos y de la violencia.
( ... )
Las banderas detrás de las cuales se arman los ejércitos tienen nombres altisonantes y con mayúscula: por la “Libertad”, por la “Democracia”, por el “Socialismo”, contra el “Capitalismo”, contra el “Fascismo”. ( ... ) Desgraciadamente estas palabras ocultan una lucha por ser el más fuerte donde puede más que querer demostrarlo y cumplir el sueño de la imaginación que la obtención de beneficios materiales. Así estamos hechos los humanos, ésa es nuestra barbarie.
Ahora bien, la lucha que enfrenta a los de abajo y a los de arriba es eterna, no hay que renunciar jamás a ella, aunque hay que intentar disminuir los riesgos de guerra. Afortunadamente – no recuerda Simone Weil – la historia no sólo nos ha dejado masacres. También ha dejado alguna luchas pacíficas...
Así pues, ‘ser revolucionario, puede tener dos sentidos: esperar que todo cambie mediante un vuelco que ponga a los de abajo arriba e inicie el camino hacia una situación en la que deje de existir el arriba y el abajo – este es el significado marxista; o ayudar a aligerar el peso que aplasta, rehusar las mentiras con las que se justifica la humillación y contribuir a dar a los de abajo el sentimiento de que ellos también tienen valor – este es el significado wiliano."
Extraído de 'La guerra según Simone Weil' de Maite Larrauri
0 comentarios:
Publicar un comentario