Henri Houben
Traducción :
Asociación Cultural Jaime Lago
El concepto de decrecimiento está en el debate - necesario, incluso desde el punto de vista teórico - de la teología del "producir siempre más" que guía a las elites económicas y políticas. En este artículo encontraremos una lectura crítica enfrentándolo con el análisis que realizan los marxistas: otro punto de vista. El debate de ideas sólo puede enriquecerse.
Resumen
- Una teoría borrosa, mal definida, con expectativas contradictorias
- Se pasa fácilmente de una posición crítica a la diametralmente opuesta
- Un diagnóstico erróneo de los contenidos de crecimiento y PIB
- El crecimiento no está en el centro de los objetivos capitalistas
- La crítica ya no se centra en las relaciones sociales, si no técnicas
- ¿Una lucha contra los modelos "productivistas"?
- ¿Un retorno a la producción a pequeña escala?
- Conclusiones
El decrecimiento es una teoría nueva, o más bien de reciente popularidad entre los intelectuales, para hacer frente a los desafíos que enfrenta la humanidad en la actualidad. Por lo general, se refiere al primer estudio real que denunció el obcecamiento de las empresas a desarrollarse en términos económicos, es decir, el informe de Roma en 1972: ¡Alto al crecimiento! A partir de ahí, una serie de autores como Serge Latouche y otros, recogen esta idea central y critican los modelos de producción y consumo en marcha en todos los países del planeta prácticamente.
El debate se centra en la cuestión del crecimiento: ¿es necesario o no? Unos, la gran mayoría de gobiernos, repiten machaconamente que sin el crecimiento no se puede crear riqueza suficiente para satisfacer tanto las necesidades de las poblaciones en constante cambio como asegurar el empleo. Otros creen que es una ilusión y lleva al mundo a la ruina.
Si nos detenemos a este nivel, tendríamos que dar la razón a los "objetores del crecimiento": el crecimiento no garantiza el empleo, el reparto de la riqueza y el suministro de bienes y servicios necesarios para todos, y de manera similar, se basa en un esquema social muy cuestionable en que se privilegia el consumismo. Pero si el modo actual de producción y consumo es altamente cuestionable, nuestra pregunta es si, en definitiva, es apropiada la forma en que plantean los problemas quienes apoyan el "decrecimiento". Es el objeto de nuestro desacuerdo que se abordará en siete preguntas [1].
1. Una teoría borrosa, mal definida, con expectativas contradictorias
Una de las principales controversias sobre las teorías del decrecimiento es que son promovidas por diversos autores que vienen de diversos orígenes, con diferentes perspectivas. Por lo tanto, no hay un cuerpo coherente en la teoría del “decrecimiento". A veces hay opiniones divergentes dentro del mismo movimiento. Obviamente, se dirá, sucede lo mismo con los marxistas, los keynesianos, los liberales... excepto que aquí sí tenemos una referencia, susceptible de interpretaciones más o menos única: Karl Marx (y Engels), John Maynard Keynes, Adam Smith y David Ricardo. No existe una referencia semejante en el decrecimiento.
Reginald Savage [2], que actualmente lleva a cabo un estudio sobre esta teoría y las perspectivas que ofrece, dice que hay tres corrientes diferentes, con puntos de vista y soluciones algo diferentes: la primera piensa que se debería “volver” en cierto modo a las situaciones económicas menos complejas y modelos de desarrollo menos avanzados; la segunda, con la que identifica a Tim Jackson [ 3 ], es más bien tecnocrática: necesitamos soluciones técnicas para evitar el colapso del planeta y la tercera es la tendencia más bien neomarxista: hace hincapié en la necesidad de un cambio radical en la sociedad.
Obviamente nuestra actitud se adapta totalmente a esta corriente. No compartimos la orientación de las dos primeras aproximaciones. Queremos discutir con la tercera, para tener la mejor posición posible y para saber sobre qué temas hay acuerdo, sobre cuales existe una convergencia y en los que hay realmente una opinión diferente.
Sin embargo, la diversidad genera dos problemas. El primero es que no siempre es fácil conocer las propuestas concretas y detalladas del “decrecimiento”. Hay, en este aspecto, una falta de claridad en la que algunos autores parecen bañarse o incluso prosperar. La segunda dificultad es que siempre es posible - y, en mi opinión, los “decrecentistas” a veces abusan – de evitar los desafíos potenciales, diciendo: "Oh, no es eso lo que yo quería o yo defiendo" o, "pero el decrecimiento no es eso."
Es lo que ha llevado a Jean-Marie Harribey, economista francés, ex presidente de Attac Francia y miembro de su Consejo Asesor Científico, a ser muy cauteloso sobre este movimiento. Jean-Marie Harribey, sin embargo, hizo su tesis doctoral sobre el tema. Pero acabó preguntándose qué se debe disminuir a ojos de los “decrecientistas”: el PIB , la producción, el consumo, el progreso tecnológico, la huella ecológica ... Sin llegar a obtener una respuesta unificada del movimiento. Esto es preocupante. Al mismo tiempo, para el movimiento del decrecimiento, sin duda supone un reto e hipoteca el futuro si se corrige este punto.
Se puede comparar con otras corrientes. Todos los marxistas dirán, por ejemplo, que su solución es colectivizar los medios de producción, es decir, las grandes empresas, y gestionar las necesidades básicas mediante la planificación. Todos los keynesianos promoverán la intervención activa del Estado para regular el mercado y evitar se deje llevar y cree burbujas. Todos los liberales confían en un mercado básicamente auto-regulado, aunque algunos quieren eliminar totalmente el Estado (los liberales) y otros aceptan una intervención en mayor o menor medida del estado.
¿Pero qué quieren los “decrecentistas”?