Crédito Fotografía: Anabelle Handdoek. Licencia creative commons.
Rodrigo Fernández Miranda - Alba Sud
A pesar de los buenos augurios anunciados por los representantes de las grandes corporaciones y sus instituciones, la industria turística se enfrenta con serios obstáculos y límites a un crecimiento supuestamente ilimitado.
“Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos” (Fernando Pessoa)
El turismo internacional dominante en la globalización económica ha
mostrado un crecimiento sin precedentes de oferta y demanda, expansión
geográfica, segmentación de mercados y beneficio empresarial durante las
últimas décadas, superando en 2012 por primera vez los 1000 millones de
turistas. El texto reflexiona sobre las ideas dominantes y los límites
con los que se enfrenta una de las industrias más boyantes del Siglo
XXI.
Salud y límites de la industria turística
Muchos autores coinciden en que el turismo internacional es la
industria más paradigmática de la globalización económica. Aunque su
despegue comienza después de la II Guerra Mundial, este turismo se
consolidó como el principal sector económico del planeta en los inicios
del nuevo siglo.
La presión desreguladora y liberalizadora de actividades económicas a
escala planetaria, el movimiento acelerado de personas y mercancías, la
energía barata, las economías de escala y la hegemonía del consumismo
son factores que contribuyeron a colocar al turismo en la
globalizacióncomo la primera línea del comercio internacional, la
tercera parte de la exportación mundial de servicios y la décima parte
del producto bruto global. Asimismo, este sector ha sabido crear una
imagen pública de “industria sin chimeneas” que esconde una parte
sustancial de sus impactos.
Dos aspectos centrales en este modelo turístico han sido el crecimiento
permanente y la expansión hacia territorios periféricos. Primero, los
desplazamientos internacionales se multiplicaron 50 veces en los últimos
60 años (en 2009 se duplicaron respecto a 1989; para 2030 se prevé el
doble que en 2009 y 90 veces más que en 1948) [1].
Segundo, los países periféricos aumentaron su participación en la tarta
del turismo global un 30% en 15 años, llegando casi al 50%.
Este turismoes parte de un modelo de consumo que ejerce menos del 20%
de la población mundial,sólo es relativamente accesible en países del
Norte, mientras que en la periferia entre el 80% y el 99% de su
población queda excluido de su consumo. Es decir: una séptima parte de
la población del planeta puede hacer turismo en las otras seis séptimas
partes (Duterme, 2007) [2].
A finales de 2012, al superarse el umbral de los 1000 millones de
turistas, en la presentación de la campaña “mil millones de turistas,
mil millones de oportunidades”, el secretario general de la
Organización Mundial del Turismo (OMT), Taleb Rifai, señalaba que “cada
turista representa una oportunidad para alcanzar un futuro más justo,
más integrador y más sostenible” (Europa Press, 2012).
Bajo la lógica de “cuanto más, mejor”, el crecimiento de este turismo se considera, sin matices, positivo en sí mismo, no
sólo para la industria, las corporaciones transnacionales, los Estados
de emisión y recepción y los consumidores, sino también para las
sociedades y entornos naturales anfitriones, más aun cuando se trata de
un país empobrecido.
Para evaluar la salud de una actividad económica, la mitología desarrollista
se apoya en indicadores que miden fundamentalmente el crecimiento del
volumen, el beneficio económico y la acumulación de capital. Según los
indicadores oficiales, la industria turística global goza de
una excelente salud y de unas perspectivas inmejorables, ya que crece
continuadamente y se prevé que siga haciéndolo en los próximos años.
Un ejemplo: el indicador oficial por antonomasia, el Producto
Interior Bruto (PIB), sólo se centra en la riqueza material. El PIB no
contempla la destrucción, la distribución, la factura ecológica, la
satisfacción de necesidades de las personas y la biosfera, ni la enorme
cantidad de funciones de reproducción social no monetarizadas pero
imprescindibles para la vida (Herrero, Cembranos, & Pascual, 2011).
Bajo el objetivo capitalista del crecimiento infinito subyace la idea
de la ausencia de límites con los que toparse: las posibilidades
ilimitadas de recursos, fuentes de energía, producción y acceso a
bienes, generación de residuos o movimiento. A pesar de su baja carga
lógica, esta verdad instalada ocupa un significativo espacio cultural y simbólico, muy presente en el pensamiento, el modus vivendi y el imaginario colectivo de las sociedades de consumo.
Al igual que el capitalismo global en su conjunto, el turismo
internacional muestra un interesado olvido de cualquier límite de input y output
en su expansión. Contrariamente, elementos que caracterizan un
escenario de límites, como el cambio climático, el “pico del petróleo”,
la contaminación, la pérdida de biodiversidad o el agotamiento de
materias primas obligan a cuestionar categóricamente la posibilidad de
un turismo cada vez más rápido, frecuente, lejano, barato y masificado.
Así, el optimismo del crecimiento turístico ad perpetuam se enfrenta con un contexto de límites biofísicos que convierten a esta panacea en un absurdo, y obligan a un replanteamiento fundamental sobre las entrañas de la propia industria.
La sostenibilidad imposible
La idea de la sostenibilidad está cada vez más presente en el discurso
de los grandes actores del turismo internacional. Para la OMT el turismo
sostenible es el que “tiene plenamente en cuenta las repercusiones
actuales y futuras, económicas, sociales y medioambientales para
satisfacer las necesidades de los visitantes, de la industria, del
entorno y de las comunidades anfitrionas” (Organización Mundial del
Turismo). ¿Es viable un turismo sostenible bajo este modelo? [4] ¿Es una posibilidad real o un intento de maquillar o poner parches a un modelo insostenible?
En primer lugar, para la sostenibilidad en el turismo se deberían tener en cuenta principios como:
· Principio de suficiencia: planificación a pequeña y mediana escala, adecuada a la capacidad de carga del territorio.
· Principio de coherencia: turismo integrado en el territorio [5],
que potencie sus valores endógenos socioculturales y ecológicos sin
deteriorarlos ni mercantilizarlos, adecuando el modelo a las
especificidades de cada territorio.
· Principio de visión integrada: planificación que considere el medio y largo plazo, y la evaluación continua de sus impactos sobre territorio y poblaciones [6].
· Principio de ecoeficiencia: condición necesaria pero
no suficiente para la sostenibilidad, la ecoeficiencia se relaciona con
el establecimiento de mecanismos de ahorro de agua y energía, de
consumo de embalajes o de productos de usar y tirar, entre otros.
· Principio de equidad social y buena gobernanza:
fomento de políticas sectoriales que tengan en cuenta la sostenibilidad;
coordinación entre Administraciones públicas; creación de espacios y
mecanismos de participación del tejido asociativo, organizaciones
sindicales y ciudadanía local en la toma de decisiones.
Este modelo asegura la quiebra del equilibrio climático, la destrucción
de biodiversidad y el fraccionamiento de ecosistemas provocado por los
grandes complejos, la contaminación de agua, tierra y aire, el uso de
recursos renovables con una cadencia superior a su renovación,
desigualdades sociales y concentración de riqueza en pocas manos.
A pesar del avance de la “comunicación responsable” de organismos y transnacionales del sector, la sostenibilidad está reñida con los elementos definitorios de un modelo de turismodisociado de las necesidades y posibilidades, exento de racionalidad y límites, un ejemplo de vivir a expensas del futuro. Cuanto más crezca este turismo, más se profundizarán las desigualdades sociales, mayor será la huella sociocultural y medioambiental (Fernández Miranda, 2011). Por lo tanto, la posibilidad de un turismo sostenible pasa necesariamente por una transformación de las reglas y dinámicas que caracterizan a la versión dominante de esta actividad.
Decrecimiento, nuevo paradigma de turismo internacional
Si no decrecemos voluntaria y racionalmente, tendremos que hacerlo obligados por las circunstancias de carestía de la energía y cambio climático que acompañan hoy al despliegue del capitalismo global (Carlos Taibo)
Además de denunciar la inviabilidad de la lógicadel crecimiento sin límites, la idea del decrecimiento propone una reducción radical de la extracción de materiales y la generación de residuos.Una propuesta que, además, plantea la necesidad de una transformación sociocultural que incida en el estilo de vida y consumo, principalmente de las economías centrales.
Pero, ¿qué supondría el decrecimiento aplicado al turismo
globalizado?Si se tiene en cuenta que la maquinaria turística es uno de
los principales factores de deterioro ecológico a nivel mundial, la
necesidad de reconversión y reducción del modelo dominante deben ser
puntos de partida de la propuesta decrecentista. Este modelo
turístico tiene repercusiones directas en los tres ejes que configuran
la crisis medioambiental global (energética, climática y ecológica),
devenida del desajuste creciente entre el funcionamiento de los procesos
naturales y el sistema económico [8].
Decrecer supondría, en primer lugar, una reducción sensible del volumen de oferta y demanda turística internacional. Por otro lado, implicaría una transformación de las lógicas que sostienen el estilo de vida de los países centrales, una reflexión colectiva sobre la conveniencia de renunciar, al menos parcialmente, a la propia idea del turismo internacional como satisfactor. En definitiva, el decrecimiento turístico plantea el reto de un desaprendizaje, una conciencia de la biodependencia y un cambio de la mirada sobre la realidad, sobre las formas hegemónicas de viajar, conocer, disfrutar y descansar.
Asimismo,la posibilidad de la sostenibilidad turística pasa por el fortalecimiento de políticas públicas regulatorias y el incremento de la capacidad de los poderes públicos y las comunidades locales para la planificación, evaluación de impactos y control de la actividad. Otras vías para la sostenibilidad apuntan, además de a la definición precisa y vinculante de capacidades de carga de los territorios anfitriones,a la organización de la actividad apoyándose en elementos renovables, eldesarrollo endógeno, la diversificación económica y políticas de participación social [11].
Un nuevo paradigma de turismo internacional, camino a la sostenibilidad, debería plantear el acotamiento de alternativas turísticas que favorezcan el deterioro ambiental y contribuyan a una superación aún mayor de los límites de la biosfera y el planeta, estableciendo parámetros, límites o cuotas de huella turística, no sólo en destino sino teniendo en cuenta todo el proceso. Asimismo, se podría limitar, a través del establecimiento de un objetivo de huella ecológica, el uso de recursos o la generación de residuos por persona y año.
Asimismo, si se tienen en cuenta las importantes externalidades negativas derivadas o la reposición de recursos locales empleados, este turismo internacional low cost no paga los costes que genera.La implementación de ecotasas finalistas sería una forma de internalizar parte de estos costes medioambientales que sus precios de venta no computan [12].
En definitiva, se trata de construir un modelo de turismo participativo [13] y que considere los mecanismos de funcionamiento de la vida, siempre en el marco de un decrecimiento en general: un tipo de viaje y ocio que preserve el medio ambiente, que revalorice la proximidad, que sea más frugal, lento y mesurado.En la transición hacia el “postfosilismo” y en un contexto de colapso ambiental, la más sostenible de las alternativas se relaciona con un estilo de vida que no esté atado al uso insostenible de recursos, materiales y energía.
El debate sobre una limitación sustancial del turismo internacional masificado se hace ineludible, junto con una reivindicación de la quietud, la proximidad, la lentitud, la austeridad o el inmovilismo como elementos de formas de vida posibles. “En definitiva, se trata de cambiar los criterios que hoy prevalecen por otra racionalidad económica que se someta a las exigencias sociales y ambientales que permiten el mantenimiento de la vida. Orientar las decisiones económicas hacia la igualdad no es sólo cuestión de normativa o instrumentos económicos, sino de impulsar también cambios culturales” (Herrero & González Reyes, 2011).
Volviendo a las recientes declaraciones del Secretario General de la OMT, ningún modelo puede ser “justo, integrador y sostenible” si obvia los límites. El reto del decrecimiento conlleva una refundación del turismo dominante, que implica cambios profundos en las prácticas, la valoración cultural y las políticas públicas y marcos legislativos que regulan la actividad. Pero el tiempo no corre a favor de la sostenibilidad, y la posibilidad de que decrecer sea una elección voluntaria y consensuada estará cada día más limitada.
Notas:
[1] Desde entonces los desplazamientos pasaron de unos 20 millones de personas en 1948 a 200 en 1975, 420 millones en 1989, 860 millones en 2007, yen 2012 se superó la cifra de los 1000 millones. Las previsiones de la OMT no reducen el ritmo de crecimiento: se prevén 1800 millones de desplazamientos internacionales para 2030.
[2] Para más información ver: El viaje tras el goce. Alba Sud. (Fernández Miranda, 2012).
[3] Por persona corresponderían 1,8 hectáreas de terrenos productivos, mientras que el nivel medio de consumo mundial se encuentra en torno a las 2,7 hectáreas, justamente, el componente más importante de la Huella Ecológica es la huella de carbono (WWF, 2010).
[4] ¿Es posible un turismo sostenible cuando éste tiende a la masificación, está explotado por empresas transnacionales y se desarrolla en el marco de políticas públicas y de relaciones comerciales neoliberales?
[5] Un turismo que se integre de forma armónica en la naturaleza, promoviendo el cierre de ciclo de materiales, el uso de las energías alternativas o el fomento de la biodiversidad, entre otras cuestiones.
[6] A través de indicadores como la huella ecológica, consumo de agua y energía, densidad de la ocupación, generación de residuos y gases efecto invernadero, entre otros.
[7] Una economía capitalista no puede decrecer de forma prolongada. Por el contrario, el exceso creciente de la producción y el consumo es una condición necesaria para el crecimiento y la expansión del capitalismo. Un sistema que sólo puede continuar existiendo si se producen y consumen cada vez más bienes y servicios, a la vez que se amplían el espectro de actividades monetarias y lucrativas.
[8] Paralelamente, el avance de la urbanización, la construcción y las infraestructuras turísticas para la recepción, estancia y movilidad de las masas de visitantes representan otro factor de (sobre) consumo de energías, impactos diversos sobre el territorio, demanda de materiales y recursos finitos e irrecuperables.
[9] La cantidad de petróleo que se consume en la actualidad es 4 veces superior a la que se descubre (Herrero, Cembranos, & Pascual, 2011). Esta fuente de energía puede ser barata, justamente, porque su precio no repercute todos sus costes sociales y medioambientales, como la contaminación y la regeneración ambiental durante los próximos siglos.
[10] Una de las actividades indisociables del turismo, el transporte motorizado (y su relación de interdependencia con la energía y la construcción), exige grandes infraestructuras para su uso, y cuánto mayores son las distancias recorridas y la velocidad, mayor es la demanda de energía. En el caso del avión, medio de transporte más utilizado por este turismo, los impactos en cuanto a consumo de energía fósil, emisiones de gases de efecto invernadero o necesidades de infraestructuras y materiales se multiplican.
[11] Asimismo, en muchos casos el nivel de agresión sobre el territorio que ha supuesto la turistización es tan elevado que deberían implementarse medidas de replanificación territorial.
[12] Para más información, ver Cae un tabú: Alemania crea un impuesto climático sobre la aviación. Alba Sud. (Buades, 2010).
[13] Con una participación activa del Estado, la ciudadanía, las organizaciones y los movimientos sociales en la toma de decisiones que rige la actividad.
Bibliografía citada
Buades, J. (2010). Cae un tabú: Alemania crea un impuesto climático sobre la aviación. Alba Sud.
Duterme, B. (2007). Turismo hoy: ganadores y perdedores. En VV.AA., Turismo hoy: ganadores y perdedores. Alternativas meridionales. Editorial Popular.
Europa Press. (13 de diciembre de 2012). El turismo internacional alcanza el récord histórico de 1000 millones de turistas. Europa Press.
Fernández Durán, R. (2008). El crepúsculo de la era trágica del petróleo. Virus Editorial.
Fernández Durán, R. (2011). La quiebra del capitalismo global: 2000 – 2030. Preparándonos para el comienzo del colapso de la Civilización Industrial. Libros en Acción.
Fernández Miranda, R. (2012). El viaje tras el goce. Alba Sud.
Fernández Miranda, R. (2011). Viajar perdiendo el Sur. Crítica del turismo de masas en la globalización. Libros en Acción.
Herrero, Y., & González Reyes, L. (2011). Decrecimiento justo o barbarie. Viento Sur. N. 118 .
Herrero, Y., Cembranos, F., & Pascual, M. (2011). Cambiar las gafas para mirar el mundo. Una nueva cultura de la sostenibilidad. Libros en Acción.
Organización Mundial del Turismo. (s.f.). www.unwto.org. Recuperado el marzo de 2013, de www.unwto.org.
Taibo, C. (2009). En defensa del decrecimiento. Sobre capitalismo, crisis y barbarie. Los Libros de la Catarata.
WWF. (2010). Planeta vivo. Informe 2010. Biodiversidad, biocapacidad y desarrollo. WWF.
WWF. (2012). Planeta Vivo. Informe 2012. Biodiversidad, biocapacidad y propuestas de futuro. WWF.
0 comentarios:
Publicar un comentario