No dudamos en hacer nuestros los lemas del grupo Ecologistas en Acción en el Día de la Tierra “menos para vivir mejor” y “aprende a vivir sencillamente para que otros puedan sencillamente vivir”. Particularmente el segundo lema porque ahonda en el principio rector del movimiento por el decrecimiento, la llamada simplicidad voluntaria. Y es que el decrecimiento es una corriente de pensamiento fundada en el hecho de la imposibilidad de mantener una economía siempre expansiva, que tiende al crecimiento ilimitado, en un planeta con recursos naturales limitados. Tenemos la evidencia de que consumimos más recursos, y generamos más residuos, de los que el medio ambiente es capaz de regenerar y asumir. Nuestra huella ecológica es desproporcionada. Evidentemente lo que se reclama es un profundo cambio de sistema económico, productivo, ético y social.
Si bien la solución es obvia -básicamente consumir menos y producir menos recursos adaptándonos al ritmo regenerativo de la naturaleza- es una constatación que avanzamos en la dirección contraria. Efectivamente, el capitalismo, un sistema mucho más que económico, se basa en el crecimiento como condición indispensable para el orden económico, político y social.
La tarta de los recursos es limitada. Haciendo uso de la manida metáfora, y modificándola un poco, nuestra tesis que es que no sólo está mal repartida la tarta de los recursos naturales, sino que la tarta en sí misma es demasiado grande. Es decir, que si seguimos consumiendo anualmente tartas tan grandes, en breve agotaremos los ingredientes y no habrá nada que seguir repartiendo.
Si el problema de fondo es la obsesión intrínseca de este sistema por el crecimiento y la solución pasa por el decrecimiento de quienes ya hemos crecido demasiado, algo aparece como inevitable: o decrecemos por voluntad propia o lo haremos conforme avancemos en el agotamiento de recursos y la saturación de sumideros. Por todo ello, la forma de salir de la crisis no es seguir apostando por modelos industriales y urbanos insostenibles y fracasados.
La solución no es, por poner un ejemplo, apostar por las energías renovables para mantener las tasas actuales de consumo, sino en cambiar radicalmente el uso que hacemos de la electricidad. Se trata de un cambio de perspectiva más profundo, de comprender que vivir mejor es vivir con menos, de trabajar para satisfacer las necesidades humanas, las reales, no las creadas, y de avanzar hacia la equidad con solidaridad. Sumak kawsai como dirían los quechuas.
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