Decrecimiento - Más de cien comunidades en todo el mundo basan su progreso en escapar de los mercados financieros al uso.
Frente a los brindis al sol por un nuevo ciclo de crecimiento, distintos movimientos plantean que es imprescindible una transición hacia otro tipo de economía.
Con paso y tenacidad de hormiga, cientos de comunidades en el mundo han formado localidades que son capaces de autogestionar recursos y saberes comunes. Más de cien comunidades en países como Reino Unido, Australia, Italia, Canadá o Estados Unidos siguen el modelo de Transition Towns establecido por teóricos como Rob Hopkins, basado en la autogestión y el compromiso con el entorno.
En el Estado español proyectos como Escanda en Asturias, Can Pascual o Can Masdeu, en Barcelona, han actualizado los primeros ejemplos de cooperativismo de proyectos como La Hormiga Obrera o la Redemptora de finales del siglo XIX. La creación y gestión de recursos y la descentralización y la horizontalidad de la toma de decisiones son el modo de generar comunidades fuera del tráfago de los mercados. Ésa es una de las conclusiones del encuentro de Redes en Red, Tejiendo Alternativas, celebrado en Ruesta (Aragón) durante el mes de abril.
La necesidad de salir del modelo imperante ha permeado en el debate sobre la organización del trabajo industrial. En el Forum d’Economia Social de la Garrotxa, Lluís Rodríguez, miembro del Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión, reconocía que “no es posible que todas las empresas sean cooperativizadas a corto plazo”, si bien, remarcó que las cooperativas “son modelos empresariales más eficientes, justos y democráticos que las empresas capitalistas”.
Decisiones conjuntas
La base de estos movimientos es conseguir que las personas que comparten espacios y trabajos se conozcan y tomen decisiones en común, que se armonicen los trabajos externos e internos y se sitúe a los cuidados en el centro de la existencia. Las recetas son conocidas: bancos de tiempo, trueques, una rebaja voluntaria del consumo, huertos urbanos, talleres de aprendizaje de labores tradicionales, monedas locales, y un largo etcétera de propuestas. Javier Zarzuela, de Ecologistas en Acción, resumía en 2009 el proceso que sigue a la toma de conciencia de la necesidad de una transición. Después de “caer en la cuenta” y pasar por el “trance inevitable del pánico”, las personas son capaces de visualizar y valorar “cómo podría ser su ciudad, barrio o pueblo, en un escenario de baja dependencia energética y de capacidad colectiva para proveerse de los medios de vida dignos”.
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¿Más de Cien? No demarremos tanto. ¡O es que el anchísimo sur no cabe en la geografía del decrecimiento? ¿O acaso la revolución chiapatista ya solo es un recuerdo, por coger una muestra, desde la Europa (eurocentrista)?
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