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Giorgio Mosangini: La crisis es un problema de exceso


Alberto Arce - periodismo humano

“De la necesidad, virtud”, un dicho que forma parte del imaginario y la picaresca castellana. En épocas difíciles la inteligencia se aviva, la búsqueda de salidas alternativas se convierte en necesaria y la cabeza es redonda, como repite el dicho, para que sea posible pensar, más y mejor. Incluso para que las ideas cambien de sentido.

En PeriodismoHumano nos hemos acercado al consumo responsable, los bancos de tiempo, los problemas generados por el cambio de modelo agrícola en los países del sur que genera la globalización económica y la revolución del transporte o las consecuencias e impactos de los trabajos extractivos de las multinacionales sobre los territorios de los pueblos indígenas. Los diversos enfoques sectoriales confluyen en una determinada manera de entender el mundo, ideológica para unos, económica para otras, ética y lógica para quienes la practican. La práctica del decrecimiento.

Decrecimiento es una palabra extraña desde el punto de vista lingüístico, ya que se contradice a sí misma. Según el diccionario de la DRAE, “Decrecer” significa “Disminuir”. ¿Creemos, aún así, que “menos” puede llegar a significar “más”? Giorgio Mosangini, miembro del Col·lectiu d’Estudis sobre cooperació i desenvolupament y uno de los expertos más reconocidos de España a la hora de explicar la filosofía del decrecimiento puede ayudarnos a comprender no sólo si aún “estamos a tiempo”, sino defender que la alternativa propuesta se sostiene por sí misma. Periodismohumano ha hablado con él apenas unos días después de la celebración en Barcelona del II Congreso Mundial sobre decrecimiento económico.

La crisis significa decrecimiento económico. Disminución obligada y, casi siempre, traumática. La economía española entra en recesión. Disminuye el Producto Interior Bruto en un 3%, el país entra en una deflación del 0,1%, se reduce la construcción -principal motor de nuestra economía-en un 10%, cae el crédito en un 16%, aumenta el número de embargos en un 50% y crece de manera dramática el desempleo, que ya ha alcanzado al 20% de la población activa. Aunque pudiera parecer lo contrario, según Giorgio Mosangini “Nuestro decrecimiento nada tiene que ver con su recesión”.

¿Cuál es la relación entre recesión económica y decrecimiento. Se trata, como parece, de una especie de recesión voluntaria y con cambio de foco?

“Las propuestas del decrecimiento surgen precisamente para intentar evitar lo que estamos viviendo actualmente. A diferencia de la economía neoclásica, el amplio paraguas teórico que alimenta las reflexiones del decrecimiento alertaba desde hace décadas de que el sistema de crecimiento ilimitado nos conducía inevitablemente hacia una crisis sistémica.Por ello, insistimos, su recesión nada tiene que ver con nuestro decrecimiento. Para el decrecimiento no todo tiene que decrecer, tienen que decrecer el uso y las capacidades de uso de materia y energía, así como las desigualdades sociales. Se plantea un cambio radical de estructuras, dónde el cuidado de la vida humana y de la naturaleza reemplaza el objetivo del crecimiento económico.

Les acusarán de subirse al carro del miedo generado por la crisis, de catastrofismo, de defender una opción conservadora e irreal…

Ni tan solo compartimos la lectura que se hace de la crisis. Para las élites políticas y económicas globales la crisis es esencialmente una crisis financiera que luego contagia al sistema económico global en su conjunto. El problema central habría sido una crisis de liquidez, y por ello los bancos centrales de los principales países industrializados han aportado hasta un billón y medio de dólares para aportar liquidez al sistema financiero.

¿A qué se debe, entonces, la crisis?

Para el decrecimiento, no se trata de una crisis de liquidez, sino más bien todo lo contrario, de una crisis de exceso de crecimiento de los activos financieros respecto a la riqueza real. Es un problema de límites, de exceso de liquidez y de finanzas. Los activos financieros han crecido por encima de las capacidades reales del planeta. La riqueza real no crece, bien al contrario, se va agotando la disponibilidad de los recursos no renovables y las capacidades de los sumideros. Pensábamos que estábamos creciendo y en realidad acumulábamos deudas para el futuro, deudas que no se corresponden con la riqueza real. No podremos asumirlas porque las capacidades de carga del planeta no pueden asumirlas.

Más allá de la crisis ecológica, que seguramente es el elemento explicativo esencial de esta crisis, para el decrecimiento estamos viviendo no una crisis financiera sino sistémica. Es decir, no sólo una crisis económica que se extiende por todo el mundo, sino una crisis del conjunto del sistema, que afecta las diversas dimensiones de las sociedades humanas: económica, biofísica y sociocultural. Una crisis de civilización que nos lleva al borde del colapso.

Para nosotros el debate nunca ha sido saber si habrá o no decrecimiento económico. El decrecimiento económico es una consecuencia física inevitable del hecho que hayamos superado las capacidades de carga de la biosfera. La cuestión para el decrecimiento es saber si seremos capaces de implementar un proyecto político que nos permita aprovechar la transición para volver a la sostenibilidad ecológica y social, o si, por el contrario, la humanidad enfrente escenarios de colapso”.

¿Cree que la reactivación del crédito y el consumo, como plantean los expertos de referencia, es la salida más lógica a la crisis?

“La insistencia en la reactivación del crédito y del consumo es el reflejo microeconómico de la lógica global del sistema que mediante los planes de rescate ha transferido un billón y medio de dólares al sistema financiero para supuestamente reactivar el crecimiento. La lógica de volver como sea al crecimiento acumulando más deudas sólo agrava los problemas que enfrentamos: se incrementa la presión sobre los límites físicos del planeta; se acumulan más deudas. Acumulamos deudas futuras para reforzar precisamente todas las estructuras y las lógicas que nos han llevado a este punto. Más deuda también implica menos capacidad de reacción en el futuro, en un escenario de transición cuando se agote la disponibilidad de diversos recursos. Si no emprendemos unos cambios estructurales profundos y revisamos la lógica que mueve nuestras sociedades, difícilmente podremos gestionar la transición sin acabar en un escenario de colapso”.

¿Dónde se encuentra el límite del consumo?

“Existen límites físicos, ecológicos. Consumimos recursos (materia y energía) que son finitos, agotando progresivamente su disponibilidad. Por poner sólo un ejemplo, en poco más de un siglo habremos agotado la disponibilidad de petróleo, un recurso finito que se ha acumulado durante millones de años. También generamos residuos que superan las capacidades de los sumideros naturales.

El ejemplo más conocido son las emisiones de Co2, que al superar las capacidades de absorción naturales, generan el cambio climático y todos los fenómenos adversos asociados. La economía ecológica ha elaborado índices que nos ayudan a entender hasta qué punto hemos superado los límites. La huella ecológica, por ejemplo, nos dice que a partir de finales de los años 80 la humanidad ha superado las capacidades de carga del planeta. Actualmente la humanidad vive como si tuviera a disposición 1,3 planetas. Vivimos en un mundo imposible gracias a dos factores. Por un lado, con el modelo de crecimiento ilimitado, la humanidad ha pasado de depender del flujo de radiación solar, como cualquier otra especie, a depender de un stock finito de materia y energía acumulado durante millones de años en la corteza terrestre que estamos agotando a ritmos crecientes. Cuánto más crezcamos, antes se acabará su disponibilidad. Por otro lado, una desigualdad extrema permite que el 20% de la humanidad vivamos en un mundo irreal a costa del 80% restante. Para universalizar el estilo de vida de un ciudadano medio de EEUU deberíamos disponer de casi 5 planetas. En cambio, la mayoría de la población mundial sigue viviendo sin superar los techos que marca la sostenibilidad ecológica.

Otro razonamiento muy distinto tiene que ver con los límites sociales, éticos, políticos, filosóficos, etc. que queramos establecer al consumo. Para el decrecimiento, aunque el crecimiento infinito fuera posible, seguiría siendo algo profundamente indeseable. Y eso por diversas razones que no son ecológicas, sino políticas y éticas. El crecimiento ilimitado y el consumismo alimentan una larga serie de efectos perversos, entre los cuales podemos citar la mercantilización progresiva de todas las esferas de la vida, la pérdida de autonomía personal y colectiva, así como el incremento de las desigualdades.”

La revolución del transporte hace que sea más barato pagar por producir productos deficitarios en Europa que importar productos agrícolas de los países del sur, destruyendo sus economías. El concepto de deuda ecológica se encuentra en el centro de la lógica del decrecimiento al igual que se encuentra en la base de la crisis energética y alimentaria mundial. ¿Qué es la deuda ecológica norte-sur?

La deuda ecológica ilustra cómo el Norte global se sostiene mediante el expolio de los recursos naturales de los países del Sur. El Norte se apropia de materia y energía en el Sur a precios injustos. Tampoco asume los impactos ecológicos y sociales asociados a los procesos de extracción, transporte y consumo de los recursos. Uno de los elementos esenciales de la deuda ecológica es la deuda de carbono: las emisiones de dióxido de carbono generadas por el Norte global superan la capacidad de absorción natural, causando el cambio climático que afectan en mayor medida al Sur global. La deuda ecológica tiene muchas otras dimensiones, como por ejemplo la biopiratería: las transnacionales del Norte registran la propiedad intelectual de recursos biológicos (como plantas o semillas) y de conocimientos tradicionales, apropiándose de la diversidad ecológica y cultural. Las transnacionales que operan en los países del Sur también ocasionan daños ambientales muy graves (contaminación de agua, suelo y aire, deterioro de los ecosistemas, etc.) sin que ello comporte alguna responsabilidad o compensación. Por último, podemos mencionar la exportación de Norte a Sur de residuos tóxicos de todo tipo, producto del modelo de producción y consumo occidentales.

Debido a que a partir de los años 80 hemos superado las capacidades de carga del planeta y los límites ecológicos existentes, la presión sobre los ecoespacios en el Sur se hace cada vez más apremiante. A medida que los recursos se hacen más escasos, a medida que se acercan picos de extracción para muchos de ellos, observamos como aparecen nuevas fronteras de extracción de recursos en los países del Sur. Seguir con el crecimiento y la acumulación capitalista exige apropiarse de recursos (petróleo, gas, material genético, pescado, tierras para cultivos, etc., etc.) en un número creciente de países y espacios ecológicos, con el consiguiente impacto agravado sobre los ecosistemas y las sociedades humanas afectadas. Por ello, ante escenarios de escasez, nuestra deuda ecológica no para de aumentar y agravarse”.

La revolución tecnológica multiplica hasta el infinito el número de dispositivos electrónicos y la necesidad consiguiente de consumo eléctrico y de recursos fósiles, finitos por definición. Materia y energía se multiplican hasta el infinito. Pero más no siempre significa mejor. “Más” puede llegar a convertirse en sinónimo de “imposible”. Pensemos en el ejemplo de los teléfonos móviles, las pantallas de plasma y el mundo de “lo más moderno, lo mejor”.¿Cuanto tiene que ver esa sociedad en la que tecnología avanza sin fin y a ritmo exponencial con la alternativa del decrecimiento?

“La crítica a la tecnología es importante en el decrecimiento. Frente a los argumentos del “capitalismo verde” y de la innovación tecnológica como solución a la crisis ecológica, se insiste mucho en que los problemas son políticos, culturales, estructurales, y no exclusivamente técnicos. Si el cambio es sólo tecnológico, pero la lógica global sigue siendo la misma, siempre caeremos en un efecto rebote. Las mejoras tecnológicas en términos de eficiencia y eficacia, al disminuir los límites existentes para el uso de una tecnología, tienden a incrementar el consumo y por tanto los impactos ecológicos y sociales. Incluso si pensamos en mejoras tecnológicas tendientes a la sostenibilidad, el efecto rebote puede comprometer el resultado esperado. Por ejemplo, si una persona reduce su consumo de energía, instalando aparatos de bajo consumo, asilando mejor su casa, etc., pero luego reinvierte los ahorros en comprarse un coche, el efecto global es negativo. Para superar el efecto rebote, debería disponer de transporte público sostenible (cambios estructurales) y/o moverse en bicicleta y reducir su tiempo de trabajo proporcionalmente a los recursos económicos que ya no necesita (cambios culturales). Los problemas y las soluciones son políticos y sociales, no tecnológicos. La tecnología es una herramienta que tiene que estar al servicio de propósitos éticos y políticos de las sociedades humanas, al servicio del bienestar de todas las personas y de la sostenibilidad ecológica. Actualmente, en cambio, está al servicio de intereses mercantiles y del modelo de crecimiento ilimitado.

¿Cuál sería la mejor definición posible, y en la práctica de un decrecimiento que no pase por limitarse a repetir que hay que “crecer menos”?. ¿Dónde radica exactamente el cambio de paradigma?

“El decrecimiento es el conjunto de caminos que nos podrían llevar a la sostenibilidad ecológica y social. Sostenibilidad ecológica implica sustancialmente reducción del consumo de materia y energía para quiénes exceden las capacidades de carga del planeta, es decir fundamentalmente el Norte global, un 20% de la población mundial. Sostenibilidad social implica reducir drásticamente las desigualdades, redistribuir riqueza y poder, revertir la mercantilización progresiva de todas las esferas de la vida, poner el cuidado de las personas y de la naturaleza en el centro de la política y de las estructuras sociales…”

¿Qué alternativas al crecimiento y el consumo presenta el decrecimiento para los habitantes de países ricos? Me refiero a alternativas prácticas, no teóricas, ejemplos que cada uno pueda aplicar en su vida diaria.

Las propuestas e iniciativas son muy variadas, a nivel individual y colectivo. Es imposible señalarlas aquí. Hemos podido conocer muchas de ellas en la conferencia internacional sobre decrecimiento en Barcelona www.degrowth.eu Académicos y activistas sociales procedentes de diversos países del mundo han compartido experiencias, análisis y propuestas. Los movimientos sociales que defienden el decrecimiento también impulsan alternativas a nivel local y se articulan con experiencias ya existentes en el territorio. Como es el caso en Cataluña de la Entesa pel Decreixement y de la Xarxa pel Decreixement” www.decreixement.net

La puesta en marcha de las alternativas del decrecimiento pasa por tres niveles. Hay un nivel personal que implica consumir menos, incorporar comportamientos más austeros y más conscientes de los impactos sociales y ecológicos que implican nuestros actos. También hay un nivel de autogestión colectiva, como por ejemplo la experiencia de las cooperativas de consumidores en las que se decide consumir alimentos y otros productos no sólo de acuerdo a criterios económicos sino en función de valores sociales y ecológicos. Y finalmente, hay un nivel de cambio político y estructural, que necesita una movilización colectiva de cambio social, para romper con las estructuras y la lógica del crecimiento ilimitado y del capitalismo. Sin una movilización política colectiva, difícilmente podremos volver a situar a las personas y a la naturaleza en el centro de nuestras sociedades”.

Extraído del artículo: Decrecimiento como alternativa a la crisis


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