Antonio Moreno de la Fuente
Teresa Bravo Gómez
Comunidades Cristianas Populares
El cambio climático amenaza a la humanidad: deshielo del polo norte, aumento del nivel del mar, desaparición de especies, desertización y lluvia ácida, escasez de agua potable, catástrofes naturales mas frecuentes, etc. Según la revista francesa Alternatives Economiques [en línea: http://www.alternatives-economiques.fr/changement-climatique---peut-on-eviter-le-pire-_fr_pub_875.html#45335] [consulta 03-11-09] el nº de catástrofes naturales mayores, aquellas que han causado más de 500 muertos, como los tifones, tsunamis y terremotos de este año en Filipinas, Samoa, Indonesia, El Salvador etc., han crecido más del doble desde el año 1980. De 10 por año han pasado a más de 20 después del año 2000.
A la crisis financiera-económica mundial, que estalla en EEUU en el 2007, hay que añadir esta crisis medioambiental, que si en diciembre de este año, en Copenhague, no se llega a acuerdos concretos, la humanidad estará en verdadero peligro de desaparecer. Y es que estamos ante una verdadera crisis sistémica y apocalíptica. No es extraño que en Internet existan numerosas pags webs y vídeos en YouToube que nos hablan del fin del mundo. E incluso, basándose en las profecías del Calendario Maya, fijan su fecha para el año 2012, tema de la película que, con el mismo título, se está proyectando actualmente en nuestras pantallas.
Pero, aunque ningún choque de asteroides contra la Tierra amenace hoy con provocar el fin de nuestro mundo, la humanidad sí puede desaparecer por el cambio climático, causado por el desarrollo de los países capitalistas. ¿Seremos capaces de superar esta crisis apocalíptica o de detener, al menos, los efectos nocivos del cambio climático? La tesis sostenida por el Decrecimiento lo afirma, aunque nos queda poco tiempo.
Por diversas etapas se ha pasado hasta llegar a este concepto de Decrecimiento. En síntesis serían:
1. Crecimiento cero.
En los años 60 se toma conciencia, como en otros muchos asuntos, de las consecuencias catastróficas que estaba originando la máquina productivista de la economía, tanto capitalista como soviética. Entre ellas, la desertización que, en 1950 ya se había perdido la quinta parte de la superficie cultivable y la deforestación, con la desaparición del 42% de las selvas tropicales (L.Boff. La dignidad de la tierra. Madrid: Trotta, 2000, p. 27). Había, por tanto, que parar esta máquina que agotaba los recursos. Kenneth E. Boulding utilizó en 1966 la gráfica expresión de que la Tierra es como una "nave espacial", con unos recursos limitados que deben ser utilizados de modo racional y moderado para asegurar la supervivencia de la humanidad (En Historia de la Ecologia. [en línea]:http://www.natureduca.com/cienc_hist_debatecrecim.php [consulta el 01-11-08].
Esta constatación la asume el Club de Roma en 1972 en su famoso informe sobre Los límites del crecimiento. Los recursos naturales son limitados y por tanto no puede existir un crecimiento o progreso ilimitado. Había, por tanto, que frenar o parar este tipo de crecimiento económico, de la misma manera que habría que detener el crecimiento urbanístico desordenado que hace inhabitables nuestras ciudades y contribuye a destruir su medio ambiente natural (Francisco Fernández Buey ¿Es el decrecimiento una utopía realizable? [en línea: http://www.kaosenlared.info/noticia/decrecimiento-utopia-realizable ] [consulta 02-11-09]. De aquí nace la teoría del crecimiento cero, sobre todo, cuando en 1973, las grandes economías comienzan a decrecer por la crisis del petróleo.
2. Desarrollo sostenible.
A pesar de este toque de atención, las economías occidentales no hicieron caso y considerando que detener el crecimiento económico era una utopía absurda, se lanzaron de nuevo a un crecimiento desaforado, inspirados por el capitalismo neoliberal que triunfa en los años 1980 con M. Tatcher y R. Reagan en Occidente y Brezhnev en la URSS. Se agilizan todas las fuerzas productivas para extraer de la Tierra todo cuanto ella puede suministrar. El capitalismo y el comunismo soviético organizaron un asalto sistemático a sus riquezas en el suelo, en el subsuelo, en los mares, en el aire y en la atmósfera exterior. “El hombre blanco –decía el Gran Jefe Seattle- es un forastero que llega en el silencio de la noche y arrebata de la tierra todo lo que necesita. La Tierra no es su hermana, sino su enemiga. Y después de conquistarla se marcha” (L.Boff. Ecología: Grito de la tierra, grito de los pobres. Madrid: Trotta, 1996, p. 275).
Fue la ONU, en 1987 con el Informe Brundtland, quien alertó de que este desarrollo ponía en peligro los recursos naturales para las generaciones futuras. Propone por ello un modelo de “desarrollo sostenible”, es decir, “un modelo de desarrollo en que la explotación de los recursos, la orientación de las inversiones, los rumbos del desarrollo económico estén de acuerdo con las necesidades actuales y futuras” (Boff, ibidem. 88). Este informe sirvió de base para la Conferencia de Naciones Unidas, conocida como Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro de 1992. En ella se impulsó el uso de fuentes alternativas de energía a los combustibles fósiles, vinculados al cambio climático y se apoyó el transporte público frente al privado, para reducir las emisiones de dióxido de carbono, la congestión en las ciudades y los problemas de salud causados por la polución (Vid. Cumbre de la Tierra, en Wikipedia [en linea] http://es.wikipedia.org/wiki/Cumbre_de_la_Tierra [consulta 02-11-09]. Sus acuerdos fueron la base del Protocolo de Kioto, firmado por los países industrializados el 11 de diciembre de 1997, comprometiéndose a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero entre 2008 y 2012, al menos un 5%, tomando como referencia los niveles de 1990 (Protocolo de Kioto, en Wikipedia [en línea: (http://es.wikipedia.org/wiki/Protocolo_de_Kioto_sobre_el_cambio_clim%C3%A1tico] [consulta 02-11-09]. Cumplimiento que se revisará en Copenhague el próximo diciembre.
Sin duda, el uso de energías renovables disminuirán las emisiones contaminantes y un desarrollo más armónico y equilibrado puede contribuir a que no se aumenten más las desigualdades entre los pueblos, como lo prueba el nacimiento de países emergentes como China, India o Brasil, e incluso entre las clases sociales, aumentando el número de personas de clase media, pudiendo también garantizarse más los recursos para las generaciones futuras. Sin embargo, el “desarrollo sostenible” enmascara el problema, pues el adjetivo de sostenible no quita la carga mortífera del sustantivo desarrollo, tanto capitalista como comunista soviético.
Ante todo, el desarrollo capitalista, –el soviético desapareció hace ya veinte años- por muy sostenible que se proclame, es incapaz de erradicar la pobreza, las desigualdades o de reforzar la cohesión social. El crecimiento capitalista mira sólo a expandir los mercados, llenarlos de bienes y servicios, pero a los que sólo puede acceder una élite de grupos sociales o de países, sin importarle los parados, los empobrecidos, pues su mecanismo se basa en alimentar las desigualdades para suscitar permanentes frustraciones y crear nuevas necesidades. La crisis actual nos lo está mostrando. En el mundo actual la brecha entre ricos y pobres ha pasado de un 30 a un 80 %. El propio Banco Mundial confiesa que no se alcanzarán los objetivos del Milenio, de reducir a la mitad las personas que viven en pobreza absoluta, de aquí al año 2015. En los países en desarrollo viven 1300 millones de personas por debajo de la línea de pobreza, en los países industrializados son más de 100 millones de personas, y 120 millones en Europa Oriental y Asia Central ( Angeles Palacios Escobar. Pobreza en el mundo [en línea: http://www.rolandocordera.org.mx/esta_inter/pobreza.htm] [consulta 11-11-09]. En definitiva, el crecimiento o desarrollo capitalista, particularmente el financiero, que ha causado la Gran Depresión del siglo XXI es sólo para unas pocas personas y unos pocos países, no para la inmensa mayoría de la Madre Tierra (Antonio Turquin. La Gran Depresión del s.XXI [en línea: http://www.observatoriodelacrisis.org/readarticle.php?article_id=169] [consulta 02-11-09].
Según la ONU, los países desarrollados, donde vive el 15% de la población, emiten actualmente la mitad del CO2 que toda la población mundial. La huella ecológica de EEUU, por ej., es 5 veces más que la de China y 15 veces la de la India, contando con su diferencia de población. En Etiopía la huella per cápita es de 0’1 toneladas de C02, mientras que la de Canadá es de 20 toneladas de CO2 por h. (Naciones Unidas. Informe sobre Desarrollo humano 2007-2008: La lucha contra el cambio climático. Madrid: Mundi prensa libros, 2008, p.6). Por ello, el uso de las energías renovables (solar, eólica, biomasa y biocombustibles) disminuirán, sin duda, las emisiones contaminantes. Pero, es ilusorio suponer que estas energías sean suficientes para frenar los efectos del cambio climático, pues la producción de estas energías, como efectos del desarrollo económico, anula los beneficios de la reducción de la fuente de contaminación. Es lo que se llama el “efecto rebote” (Clement Homs. ¿Decrecimiento? [en línea: http://www40.brinkster.com/celtiberia/decrecimiento.html] [consulta: 10-11-2009].
Las razones, sin embargo, más esclarecedoras contra el desarrollo económico, sea o no sostenible, nos las ofrece Nicholas Georgescu-Roegen, economista rumano (Nicholas Georgescu-Roegen, en Wilipedia, [en línea: http://es.wikipedia.org/wiki/Nicholas_Georgescu-Roegen ] Existe una biografía en castellano de Oscar Carpintero. La Bioeconomia de Georgescu-Roegen. Mataró (Barcelona): Montesinos, 2006), fundador de la bio-economía y creador del concepto del “Decrecimiento”, que exponemos a continuación.
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3. Decrecimiento.
Nicolás Georgescu-Roegen” es quien en sus obras, particularmente en la publicada en la Universidad de Harvard, en 1971: “La Ley de la entropía y el proceso económico”, logra conciliar la economía con la ecología, aplicando los principios de la termodinámica a la ciencia económica (Vid. Oswaldo Álvarez Guerrero. La economía ecológica de G-R, [en línea: http://www.rionegro.com.ar/30/05/2006[ consulta 03-11-09]). Georgescu denuncia en esta obra el error fundamental de la economía occidental, sea capitalista o soviética, a saber, su concepción mecanicista. La economía clásica considera solamente el flujo circular de la producción de bienes y servicios y su permanente intercambio en el mercado, sin tener en cuenta el entorno material y el medio ambiente, es decir, el flujo entrópico. Este flujo, basado en la ley de la entropía (la energía se mantiene en cantidad pero se degrada en calidad), contempla que el flujo económico de materia y energía proviene de fuentes naturales, pasa a través de las industrias, la distribución y el consumo y se evacua en el medioambiente. La bio-economía abarca, por tanto, los tres momentos del flujo entrópico: 1) Los recursos naturales o materias primas, que son escasos y limitados, 2) su transformación mediante la industria, distribución y consumo y 3) la evacuación como energía degradada en residuos, basura etc. La economía clásica de los ss.XIX y XX sólo contemplaba el 2 momento y no tenía en cuenta los otros dos. Nicolas Georgescu asemeja la economía clásica al sistema circulatorio del cuerpo humano, mientras la economía ecológica tiene también en cuenta el sistema digestivo, que recibe y expele al exterior los deshechos.
Y como parte de la bio-economia analiza el concepto de “decrecimiento”, que posteriormente han desarrollado Clement Homs, Serge Latouche ( Por una sociedad de decrecimiento, [en línea: www.rebelion.org/noticia.php?id=8738[ [consulta 05-11-2009], en Francia; Mauro Bonaiuti en Italia; Oswaldo Álvarez en Venezuela y Fernández Buey, Carlos Taibo (En defensa del Decrecimiento, [en línea: http://elcomentario.tv/reggio/en-defensa-del-decrecimiento-de-carlos-taibo-en larepublicaes /16/03/2009/] [consulta 01-11-09]
El crecimiento desarrollista capitalista, no puede basarse en un crecimiento industrial o financiero continuo e ilimitado, porque los recursos naturales de baja entropía (minerales, hidrocarburos, agua, bosques, bienes marinos, tierras cultiva- bables, aire etc) son limitados no infinitos y, sobre todo, porque el capitalismo no puede considerar sólo la depreciación del capital (bienes de producción, mano de obra etc) sino también la degradación de todo el proceso económico, que se transforma en energía degradada, en residuos, en basura, en contaminación atmosférica, en efecto invernadero. El “desarrollo sostenible” basado en las nuevas tecnologías renovables, es también una solución insuficiente. Porque los beneficios de la reducción de la fuente de contaminación se anulan por la producción desarrollista de estas mismas energías, como ocurre al producir electricidad mediante centrales atómicas o térmicas de carbón.
Decrecimiento significa, por tanto, echar el freno y parar este desarrollismo desbocado e inventar otro sistema económico que no necesite un crecimiento perpetuo, basado en triturar y consumir todos los bienes materiales y llenar el planeta de residuos contaminantes y basura. Comprendería dos aspectos:
1) Reducción no sólo del consumo y de la producción, sino también del uso excesivo de recursos naturales y de las emisiones de residuos y contaminación. Reducción del uso de recursos naturales que son finitos, del crecimiento continuo y perpetuo del PIB, de la producción de bienes y servicios, de su distribución y consumo. Y reducción de la emisión de residuos, basuras y emisiones contaminantes. Y
2) Aumentar los valores de sobriedad, austeridad, solidaridad, fraternidad y redistribución. Porque, como decía Gandhi: "tenemos que aprender a vivir más simplemente, para que los otros, simplemente, puedan vivir". La reducción de la producción y consumo de bienes en los países llamados “desarrollados”, que implica una vida más sencilla, más austera en consumo de energía, recursos y menor contaminación, debe estar orientada a la redistribución y reparto para los que nada o poco tienen. Y hay que recordar que la ONU misma en sus Informes admite que actualmente sólo un 20 % (unos 1.500 mill.de habitantes del planeta) poseen un nivel adecuado de riqueza, mientras que están sumidos en un nivel mayor o menor de pobreza un 80 % de la Humanidad (unos 4.500 de hh.). Decrecer así nos pondría en sintonía con las palabras del Taureg Moussa ab Assarid: “Tenéis de todo, pero no os basta. Os encadenáis de por vida a un Banco. Hay ansia de poseer, frenesí, prisa… En el desierto cada cosa pequeña proporciona felicidad. Cada roce es valioso. Allí nadie sueña con llegar a ser, porque ¡cada uno ya es!”. El Decrecimiento así entendido se suele sintetizar en las “6 R”: Reducir (disminuir el consumo de bienes, de la producción e impacto de nuestra contaminación). Reutilizar y reciclar (para no derrochar nuestro capital natural, no agotar los recursos naturales y acabar con el cambio climático). Reevaluar (aumentar nuestros valores de austeridad, simplicidad, solidaridad, fraternidad, no solo el PIB). Reestructurar (adaptar nuestra economía a estos valores). Redistribuir (reparto equitativo de la riqueza). (L. BOFF. Ecosencillez. [en línea: http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=312 [consulta 02-11-09], Clement Homs. Ob.cit. Fernández Buey, ob.cit.).
Hay que subrayar, sin embargo, que el actual decrecimiento o reducción del PIB que la presente crisis económica ha originado en todas las economías: - 6% en EEUU y Alemania, en España -4%, en el primer trimestre de este año, con su secuela de cierre de empresas, paro, caída del consumo etc., no es lo que nosotros entendemos por Decrecimiento. Se dará contracción del PIB, contracción de la riqueza y caídas de empresas, como la General Motors, pero esta riqueza no se distribuye, la acaparan otras pocas multinacionales. En España, por ej., han caído 300.000 empresas, hay 4 millones de parados, pero el Banco de Santander ganó 6.000 millones de €, en el primer semestre de este año. Paro y pobreza para muchos y riqueza para unos pocos no es Decrecimiento, sino enriquecimiento de una minoría. El decrecimiento del que hablamos supone reducir el consumo, la producción, el uso de recursos naturales y la emisión de residuos contaminantes, pero para que todos, personas y países, hoy y en el futuro, tengan lo necesario, puedan tener los recursos indispensables para una vida digna.
4.- Visión cristiana del Decrecimiento.
No nos referimos con este epígrafe a que queramos cristianizar realidades o teorías científicas, como se hizo en épocas pasadas. Queremos mostrar simplemente que esta visión del Decrecimiento, que cada día es más popular, ha sido teoría y práctica constante del Cristianismo.
La simplicidad y austeridad de vida han sido actitudes muy frecuentes en el Cristianismo, aunque hoy estén un poco olvidadas, y nadie las ha expuesto y vivido mejor que Francisco de Asís. En su “Cántico del Hermano Sol” expresa bien la relación de fraternidad cósmica existente entre todos los seres. “A todas las criaturas daba el dulce nombre de hermanas, pues sabía muy bien que todas tenían el mismo origen que él” (Leyenda mayor 8,6, en Escritos completos de S.Francisco de Asís. Madrid: BAC,1945, p.579). Y en el Cántico del Hermano Sol (ibid.p. 71) canta: “Loado seas mi Señor con todas tus criaturas: el hermano sol, la hermana luna y las estrellas, el viento y el agua…”. Él canta con todas las criaturas; no canta a través de ellas, porque esto sería usarlas y tenerlas sometidas. Francisco no renuncia a las criaturas, no las toma como malas, sino que afirmando que las cosas son y valen, renuncia a someterlas, a dominarlas y a convertirlas en objeto de la voluntad de poder humana. Renuncia a estar por encima de ellas para colocarse al lado de ellas, lo que constituye la pobreza radical cristiana. La pobreza no hay que considerarla sólo como una virtud, sino más bien como un principio o actitud fundamental del ser humano: el despojamiento del instinto de posesión. De-crecer será para los cristianos, ante todo, despojarnos de ese instinto perverso de sólo tener, de acrecentar, de consumir más y más. Será caminar hacia una civilización de la austeridad compartida –como dice Jon Sobrino-. Pobreza, austeridad compartida, despojamiento del sólo poseer, de-crecimiento, todo ello es hermano de la sencillez y simplicidad y de la humildad, cuyo significado básico es colocarse a ras del suelo, en el “humus”, en la tierra (Véase Leonardo Boff. Ecologia, 253-272).
Ahora bien, el principio pobreza, el despojamiento y de-crecimiento apunta a una disponibilidad completa, mira a centrarse en el otro, busca que los otros también vivan y posean. Esta fue la praxis cristiana de los dos primeros siglos que nos describen los Hechos 2,42-48 y 4,32-35 y que se basaba en la comunión fraternal de oración, de doctrina y de bienes. Nadie padecía necesidad material, pues los bienes se repartían ”según la necesidad de cada uno”.
Seguramente, nadie ha captado mejor esta novedad de vida que la comunista polaca-alemana Rosa Luxemburgo, En su obra El socialismo y las Iglesias, describe la entrada revolucionaria del cristianismo en la sociedad romana, dividida entre la clase patricia o militar y los esclavos o libertos pobres. “En esta sociedad putrefacta, -nos dice- donde el pueblo no tenía salida de su trágica situación, ni esperanzas de una vida mejor, los infelices volvieron su mirada al cielo para encontrar allí la salvación. La religión cristiana aparecía ante estos infelices como una tabla de salvación, un consuelo, un estímulo y se convirtió, desde sus comienzos, en la religión del proletariado romano. De acuerdo con la situación material de los integrantes de esta clase, los primeros cristianos levantaron la consigna de la propiedad común: el comunismo. (el subrayado es mio) ¿Qué podía ser más natural? El pueblo carecía de los medios, de subsistencia y moría de hambre. Una religión que defendía al pueblo; que exigía que los ricos compartan con los pobres los bienes que debían pertenecer a todos; una religión que predicaba la igualdad de todos los hombres, tenía que lograr gran éxito”. [en línea: http://www.marxismo.org/files/Rosa%20Luxemburgo%20-%20Obras%20escogidas.pdf, p.143] [consulta 08-01-08].
Esta es, para nosotros, la visión cristiana del decrecimiento. La actualización hoy de este “socialismo cristiano de comunidad de bienes”, de que habla Rosa Luxemburgo, sería la implantación de una Renta básica para todos los ciudadanos, según desarrollo en el trabajo: Renta básica de ciudadanía (http://www.ccp.org.es/node/325 )
4. Eco-Socialismo marxista
Rosa Luxemburgo, sin embargo, aún admirando el primitivo socialismo cristiano, establece una diferencia con el socialismo marxista. El socialismo cristiano es un comunismo de consumo no de producción, procura que todos tengan sus necesidades básicas cubiertas, lo que es mucho, pero no se preocupa, ni pudo hacerlo, de cómo se producen o se obtienen esos bienes. “La consigna de propiedad colectiva -nos dice- que levantaban los cristianos no se refería a los bienes de producción sino a los de consumo. No exigían que la tierra, los talleres y las herramientas se convirtieran en propiedad colectiva, sino simplemente que todo se dividiera entre ellos, casa, comida, ropas y todos los productos elaborados necesarios para vivir….. Los cristianos sólo deseaban que los que poseían la riqueza abrazaran el cristianismo y convirtieran sus riquezas en propiedad común para que todos gozaran de estas cosas en igualdad y fraternidad…Así, los cristianos de los primeros siglos eran comunistas fervientes. Pero era un comunismo basado en el consumo de bienes elaborados y no en el trabajo y se demostró incapaz de reformar la sociedad, de poner fin a la desigualdad entre los hombres y de derribar las barreras que separaban a los pobres de los ricos (Ibid. 143-146)
Esta misma crítica es la que el marxismo hace también a la teoría expuesta del Decrecimiento. No obstante, antes de ver este punto, es necesario responder primero a la crítica que Nicolás Georgescu hace de la economía marxista del comunismo soviético. Esta crítica, que la hace en los años 70, tras la caída de Krutchev y el ascenso de Brezhnev, es válida, a nuestro entender.
El comunismo soviético tiene efectivamente una visión mecanicista y economicista de la economía. “Determinista o mecanicista –decimos en nuestro estudio El marxismo de las/os Cristianos por el Socialismo- porque reconoce a la realidad material, a la naturaleza con sus leyes objetivas e independientes del hombre, como lo único existente y, por lo tanto, lo más importante. El ser humano, por su parte, estará totalmente determinado a conocer o captar las leyes que son propias a esa realidad exterior, objetiva e independiente del sujeto, llamada naturaleza y aplicarlas en su vida, lo que elimina la concepción histórica de la sociedad. Y es economicista porque el factor económico, las condiciones de producción resultante de las fuerzas productivas y las relaciones de producción entre ellas, es lo que determina “en última instancia” la vida social. El desarrollo histórico de la sociedad en su conjunto está determinado por lo económico” (Documentos de CPS, nº 38, p. 4, [en línea: http://www.cps.com.es/documentos.htm ] .
Sin embargo, como exponemos en el mismo trabajo, existe otro marxismo humanista que no es determinista ni economicista y, por lo tanto, puede muy bien aceptar las tesis de Nicolas Georgescu. Marx no pudo incorporar a su teoría económica las ideas de la bio-economía de N. Georgescu, porque en su tiempo no podía tener una visión ecológica causada por la globalización capitalista. No obstante, creemos que la crítica que el marxismo humanista hace del modo de producción capitalista sigue siendo válida y completa el concepto de Decrecimiento de Nicolás Georgescu.
Efectivamente, no habrá que reducir únicamente la producción y el consumo, sino el modo de producción capitalista, que influye en cómo se distribuye y consume. Si la producción, aunque decrecida, sigue siendo capitalista; si las relaciones sociales de producción están en manos de los que detentan el capital, que someten a su dominio a los que únicamente viven de la fuerza de trabajo, sea muscular o intelectual. Si sólo existe el valor de cambio y todo es mercancía, si el motor del proceso productivo es la ganancia, garantizada mediante la productividad y la competencia, este proceso seguirá siendo injusto, por muy decrecido que intentemos que sea. Creemos que el cambio del modo de producción capitalista, augurado por el marxismo humanista no soviético, completa la tesis del flujo entrópico expuesto de N.Georgescu.
Como conclusión, pues, deberíamos intentar caminar hacia un eco-socialismo. Un Decrecimiento tal como hemos expuesto, pero al mismo tiempo, con otro modo de producción, es decir socialista no capitalista.
Antonio Moreno de la Fuente
Teresa Bravo Gómez
CCP de Sevilla, 16 de noviembre 2009
Visión cristiana y marxista del decrecimiento
noviembre 28, 2009
2 comments
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Cambió el sitio del trabajo citado sobre Georgescu Roegen de Alvarez Guerrero, quien fue gobernador de la provincia de Rio Negro en la Patagonia Argentina (1983-1987) y Diputado Nacional. http://www1.rionegro.com.ar/arch200605/30/o30f02.php
ResponderEliminarHay varios errores en este trabajo. El principal es atribuirle al informe Brundtland algo diferente a lo mismo...pero agregando el término "sustentable". Por el otro lado proponía más crecimiento. Leer detenidamente. Otra referencia que sugiero revisar es la de Leonardo Boff, que ha sido contratado por la fundación AVINA. Para entender esa aparente contradicción (el por qué fundaciones manejadas por clubes de corporaciones contratan voces "progresistas") ver el informe de Paco Puche sobre AVINA; ASHOKA y otras en http://www.revistaelobservador.com/index.php?option=com_content&task=view&id=3100&Itemid=64.
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