Una corriente de pensamiento hace actualmente campaña para “terminar con el crecimiento” y propone el “decrecimiento”. Con esta corriente compartimos un cierto número de críticas respecto al desarrollo capitalista, pero consideramos que la propuesta del decrecimiento no sólo es injusta sino también ineficaz. Tres tipo de razones nos llevan a rechazar esta problemática.
En primer lugar, en el fondo de esta corriente de pensamiento subyace el rechazo a reconocer la idea de construir progresivamente los derechos humanos universales con el pretexto de que sólo serían un ropaje de los valores occidentales. Por supuesto, todos los que hoy en día son reticentes al crecimiento no rechazan el principio de la universalidad de los derechos, pero, por el contrario, los que rechazan este principio, preconizan el decrecimiento. Si es necesario criticar la pretensión de Occidente de imponer su cultura y sus valores, no es cuestión de hacerlo precisamente sobre el reconocimiento de la calidad de humano de cada ser humano.
En segundo lugar, erigir el decrecimiento como un objetivo en sí mismo no es razonable, como tampoco lo es el de hacer del crecimiento, indispensable al capitalismo, una finalidad cuando se sabe que es un callejón sin salida. En efecto, el crecimiento quiere llevar la producción al infinito, y el decrecimiento, sólo puede hacerla tender hacia el cero. Las dos posiciones son absurdas. Tanto más que si el decrecimiento se concibiera dentro del marco del capitalismo, es seguro que afectaría a los sectores más necesarios a las clases populares: la educación, la salud y todos los servicios públicos.
En tercer lugar, y es el más importante, hay que distinguir la población que tiene todo o casi todo de la población que no tiene nada o casi nada. Suprimir el analfabetismo supone construir escuelas, llevar el agua potable a todos lados y para todos, lo que implica construir redes, permitir a todos los individuos que reciban atención médica. Y todo ello representa producción suplementaria, es decir, crecimiento económico y el (o para el) desarrollo. Los países pobres tienen por lo tanto derecho al crecimiento para producir los bienes y los servicios necesarios para satisfacer sus necesidades hoy en día insatisfechas por las estructuras económicas tradicionales o por el mercado. No importa el nombre que se le dé (“desarrollo” u otro término), la voluntad de mejorar el bienestar representado por la educación, la salud, etc, y que son incuestionables, debería ayudarnos a acercar estos puntos de vista.
Por este hecho no podemos atribuir a todo desarrollo, a toda forma de economía la tara que se le imputa en realidad al sometimiento de la economía y del conjunto de la sociedad a los imperativos de la rentabilidad, con el justificativo de una racionalidad únicamente conforme al interés de las clases dominantes.
Para saber más: ¿Qué desarrollo para una sociedad solidaria y austera?. Attac.
Crítica al decrecimiento
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Creo que hay que evitar radicalizar el movimiento del decrecimiento: en realidad la palabra "decrecimiento", usada inicialmente en francia, se refiere en términos económicos a un reajuste con crecimiento a tendencia 0 (cero). Se intenta sensibilizar sobre la no necesidad de crecer, sino de mantener. El ideologismo de fondo es muy comunista, y ciertamente peligroso, pero el concepto no puede ser mas verdadero: En un espacio ilimitado como el planeta tierra no puede haber un crecimiento al infinito. La busqueda del equilibrio es lo que se pretende.
ResponderEliminarme hacer gracia que se tilde de peligroso a aquello tendente a generalizar los lazos de solidaridad humana, es decir, el comunismo; socialismo o barbarie es la línea a seguir pero un socialismo que no tenga la productividad como su máxima expresión sino que confraternice con nuestra Madre Tierra. Hay que ser radicales (en el sentido de ir hacia la raíz de las cosas), si no lo somos caemos en la superficialidad alienante del capital. Ahora más que nunca: ecosocialismo y vida, venceremos¡¡¡
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ResponderEliminarme hacer gracia que se tilde de peligroso a aquello tendente a generalizar los lazos de solidaridad humana, es decir, el comunismo; socialismo o barbarie es la línea a seguir pero un socialismo que no tenga la productividad como su máxima expresión sino que confraternice con nuestra Madre Tierra. Hay que ser radicales (en el sentido de ir hacia la raíz de las cosas), si no lo somos caemos en la superficialidad alienante del capital. Ahora más que nunca: ecosocialismo y vida, venceremos¡¡¡
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