Se hace necesario definir un espacio en el cual se puede actuar con independencia y libertad y en el cual se pueda dar un desarrollo humano.
Vivir significa estar limitado, los límites forman parte de la vida. Nuestro propio cuerpo está protegido del exterior por la piel.
Apenas existen entornos adecuados para el desarrollo sano de los seres humanos, lugares como las carreteras y sus vehículos, fábricas y oficinas para desarrollar un trabajo del que no nos sentimos complacidos, hospitales masificados donde somos la enfermedad que padecemos, barriadas sin el calor del sol.
Vivimos en una sociedad donde se valora más la adaptación que la consideración de personas en desarrollo. El poder de los más fuertes sobre los más débiles, y la lucha por obtener las mejores oportunidades.
Hemos experimentado los límites como medio de coacción para hacer o dejar de hacer según lo que otros esperaban de nosotros. Debemos olvidar el significado de los límites han tenido en nuestra tradición cristiana: prohibiciones, advertencias, amenazas, requerimientos para respetar los derechos de los demás, llamadas a nuestro ‘yo’ mejor.
A veces se inventan límites porque se está convencido de que ejercen una influencia positiva en el desarrollo, pero si los límites no son realmente necesarios y se erigen únicamente para obtener determinados resultados tienen resultados demoledores ya que no se respetan los auténticos procesos vitales.
Nadie se comporta ‘mal’ (no percibir los límites o menospreciarlos) cuando se siente bien. En la realidad debe haber límites para nosotros cuyo objeto es que podamos sentir cierto ‘orden’. Los límites y las normas se aplican y están vigentes en la convivencia social de toda cultura.
La alegría de vivir debe impregnar las relaciones con nosotros mismos y con los demás, nuevas formas de relacionarse para compartir, cooperar y respetarse mutuamente.
Libertad y límites están íntimamente relacionados con dos conceptos: ‘amor’ y ‘respeto’.
Para saber más: Libertad y límites. Amor y respeto. Rebeca Wild.