Jonas NilssonEl suplemento de Lluita Internacionalista nº 101 (enero 2010) publica un artículo con título que crea atención:
“¿Decrecimiento o Revolución?”. El titular pone el lector ante la elección entre uno y otro, sin opción de poder combinar los dos conceptos.
En las últimas décadas ha crecido la conciencia sobre los límites de los recursos naturales del planeta y el actual expolio de ellos por el sistema productivo actual, aspecto que durante mucho tiempo fue ignorado por la izquierda tradicional, probablemente porque no entraba en el esquema algo simplificado de la lucha de clases en el que muchos habíamos estado formados. La preocupación ecológica estaba generalmente considerada como un prejuicio pequeñoburgués y una desviación de la lucha de clases. Poco a poco las cosas están cambiando, gracias sobre todo al surgimiento de las movilizaciones internacionales del movimiento altermundista/antisistema, que nos ayudan y obligan a matizar la realidad antes aprendida si no queremos aumentar nuestro aislamiento. Pero este cambio no llega a asimilarse con el mismo ritmo en todas las organizaciones anticapitalistas. Ante esta perspectiva considero que el suplemento está cerrando puertas a una batalla que está tomando un protagonismo político y social cada vez más acentuado.
La tendencia a crecer de la economía capitalista
Al principio no veía otro objetivo con el artículo de Lluita Internacionalista que el de desautorizar a los activistas que se han involucrado en una batalla contra la expoliación de los recursos naturales sin reconocer explícitamente su carácter de clase... una base que en si es pobre para descalificar un esfuerzo de este tipo. Pero creo que el artículo va más allá y se sitúa no únicamente en contra de este planteamiento no-clasista sino incluso niega la importancia del decrecimiento mientras la sociedad sigue estando bajo el dominio del capital. La lógica que conduce el documento es que como los amos de la producción se enriquecen a cuesta de los trabajadores no podemos aceptar ni la idea de un decrecimiento en la sociedad antes de revolucionarla. Para justificar este razonamiento entra en una confusa negación del crecimiento como una tendencia inherente en el capitalismo.
Ya hemos constatado que no todos los movimientos sociales que defienden la necesidad de parar el crecimiento infinito de la producción y la consecuente expoliación de los recursos naturales, tienen claro también la necesidad de acabar con el capitalismo para conseguir este objetivo. Pero en ningún lugar he visto que estos movimientos intenten hacernos escoger entre los dos supuestos caminos, decrecimiento o revolución. Desgraciadamente entre los que intentamos basarnos en el marxismo hay más que una organización que desprecia la defensa del decrecimiento y lo trata más bien como una traba para llegar a derrumbar al capitalismo.
La primera frase del documento deja clara su distanciamiento respeto al decrecimiento: “Los autores que defienden el decrecimiento parten de identificar el crecimiento como motor/objetivo del sistema capitalista.” Los defensores del decrecimiento estamos considerados en tercera persona para el redactor, pero como entre nosotros hay mucha diversidad y algunos que aún no reconocen el capitalismo como el problema principal, estos difícilmente llegarán a sentirse identificados con la afirmación, a pesar de ser a veces más rápidos que otros en detectar las agresiones contra la naturaleza y reaccionar en su defensa. Así que entre ellos creo que no van a convencer a nadie. Yo sí me siento aludido por haber pasado por una trayectoria similar y a veces coincidente con la de varios compañeros de Lluita Internacionalista. Por eso contesto con ánimos de situar nuestras diferencias dentro de un marco que por lo menos permita seguir clarificándolas.
El suplemento considera que “lo esencial es definir lo que realmente mueve la economía capitalista”, e intenta concretar “lo esencial” al principio del texto:
“Al capitalista no le importa desarrollar o destruir producción si con cualquiera de las dos acciones genera beneficio, porque es éste y no cómo conseguirlo lo que mueve su economía. Tampoco le preocupa la cantidad mayor o menor de bienes que queden en manos de la gente en sí misma: si desarrolla el consumismo es tan sólo como un medio para ampliar sus ventas y beneficios; pero de nuevo, ante situaciones de caída de venta de su producción, destruirá una parte de la misma antes que entregarla para satisfacer necesidades, pues el objetivo es preservar la tasa de beneficio, no el aumento del consumo en sí” [...]
De nuevo la pregunta era: ¿crecer a toda costa como objetivo o mantener el margen de beneficio? Y la respuesta es sin duda la segunda.
En épocas de crisis como la actual, el discurso dominante es la reducción drástica de la producción, con cierres de fábricas y despidos masivos, y ya no digamos cuando nos empuja a guerras. El capitalismo ha salido de las crisis profundas o estructurales con una enorme destrucción de fuerzas productivas. Si un patrón debe optar entre el crecimiento de la producción (más consumo para la población) y el crecimiento del beneficio, no dudamos que decrecerá la producción y pedirá al consumidor que se “apriete el cinturón”.
Esa falsa identificación de ‘capitalismo = crecimiento o mayor consumo individual’ lleva a la fácil pero equivocada conclusión de que ‘anticapitalismo = decrecimiento’.” (destacados en original)
Es decir, nos explica que lo que “realmente mueve” la economía capitalista es el afán de lucro de cada capitalista, dado que evidentemente no le importa si se hace rico produciendo o quemando su propia fábrica, ni si su producto llega al consumidor o acaba en el vertedero, mientras encuentre la fórmula de preservar o aumentar la tasa de beneficio. Y, por eso considera que los que creemos que hay una relación entre el acelerado despilfarro de los recursos naturales y la necesidad de siempre ir a más en el sistema productivo capitalista, estemos equivocados...
He aprendido el funcionamiento económico del sistema capitalista de otra manera que el redactor del suplemento. Para mi no se puede confundir la aspiración de cada empresario individual con el funcionamiento de la economía capitalista. Por eso no sé a qué lector se dirige cuando explica que “el objetivo [para el empresario] es preservar la tasa de beneficio, no el aumento del consumo en si”. Hasta allí creo que cualquier “decrecentista” –e incluso “crecentista”– haya llegado sin haber leído ni una sola página de Marx... Es que hay que ser muy ingenuo para pensar que el empresario quiera satisfacer las necesidades del pueblo antes que hacerse rico. Resulta difícil entender a quién el suplemento está intentando convencer.
La tendencia a crecer de la economía capitalista está en los gérmenes del mismo sistema productivo y no depende de la voluntad de nadie. La continua competencia intercapitalista fuerza a cada empresario a buscar o abrir nuevos mercados para sobrevivir a sus concurrentes. Se trata de expoliar las materias primas como sea para llegar a ser el primero, o para evitar quedarse en la cuneta. Se trata de una carrera para reducir cada vez más el tiempo de trabajo empleado para producir su mercancía sin reducir la jornada laboral, para así aumentar el beneficio, o por lo menos defenderse ante sus competidores. Se trata de alargar nuestra vida laboral hasta los 67 años para poder mantener un sistema caduco y las pensiones millonarias de los ejecutivos. Es decir, todo se mueve a más –no por deseo o mala fe sino por obligación del mismo sistema– mientras las clases explotadas no encontremos la manera de acabar con el capitalismo. El problema es que mientras tanto nos vamos acercando al precipicio que consiste en acabar los recursos naturales finitos y necesarios para nuestra supervivencia y la de muchas otras especies, y el que no lo reconoce acabará probablemente batallando en un limbo desconectado de la realidad.
Hasta aquí (el primer punto del suplemento) creo que el documento se dedica a discutir con fantasmas en vez de aportar algo importante a un tema candente para la sociedad y la clase trabajadora que no encuentra el camino para superarla.
Los límites de la naturaleza
Todo el documento está orientado a convencer el lector de que las masas trabajadoras tenemos que acabar con el capitalismo y a partir de allí –no antes– considerar si hay que frenar la producción de bienes de consumo, por lo inútiles y dañinos que sean. Este razonamiento no tiene en cuenta que el capital hace su beneficio derrochando recursos no renovables a un ritmo superior a su renovación y generando residuos que la naturaleza es incapaz de asimilar. Lo que importa es la justicia intrahumana, luego veremos lo que pasa fuera de nuestra especie. Creo que el agotamiento de varios recursos naturales esenciales y la desaparición de especies tanto animales como vegetales como resultado de la intervención humana nos obliga a revisar la relación entre nuestra especie y la naturaleza de la que somos totalmente dependientes.
La falta de esta perspectiva más amplia limita el documento a intentar convencer al lector de que unos (la burguesía) gasta más que otros (la clase trabajadora) pero sin reconocer en ningún sitio que la suma total pone en peligro la subsistencia humana y de otras especies:
“Para la mayoría de la población y de los pueblos del planeta lo que se impone no es el despilfarro, sino las terribles hambrunas y enfermedades que empujan a millones a la inmigración poniendo en riesgo sus vidas. La respuesta de los decrecentistas es que se debe hablar de desarrollo y no de crecimiento; pero la realidad es que sin un crecimiento real del consumo en muchas vertientes, esta población está condenada.
Y ahí no vamos a hacer nosotros la lista de lo que sí pueden tener y lo que no, pero más adelante volveremos sobre este tema. Serán los propios pueblos y trabajadores/as quienes, rompiendo con la dependencia del imperialismo y las multinacionales, puedan definir cuáles son sus propias necesidades y cómo cubrirlas.”
Naturalmente coincido en denunciar el despilfarro de unos que lleva otros a la hambruna, pero cuando el documento se cree discrepar de los “decrecentistas” sobre la necesidad de sacar a los hambrientos de la miseria mediante un aumento de su consumo, sólo puedo constatar que o conocemos “decrecentistas” de distinto tipo o el redactor nunca se acercó a este movimiento. Sin saber nada del materialismo dialéctico es relativamente fácil entender que la riqueza de unos se explica por la pobreza de muchos, y también que los muchos necesitan aumentar su consumo a cuesta de los pocos que poseen mucho. Creo que se trata de conocimientos bien asumidos entre la mayoría de ecologistas. Seguramente existe algún fanático que quiere aplicar el decrecimiento igual para todos sin matices sociales. Sólo puedo afirmar que si este fenómeno se da en este aspecto, destaca poco y no merecería tanta alarma. Creo que aquí también el documento está dando golpes en el vacío.
Es de agradecer que el suplemento no quiera definir una lista de lo que cada uno debería tener o no tener, y cuando dice que serán “los propios pueblos y trabajadores/as quienes, rompiendo con la dependencia del imperialismo y las multinacionales, puedan definir cuáles son sus propias necesidades y cómo cubrirlas” me suena radical comparado con lo que hay ahora. Pero a mi me falta una perspectiva que no se limite a la contradicción de clases si los recursos naturales del planeta se están deteriorando. La lucha de clases no hay que verla únicamente como la herramienta para resolver las injusticias entre la especie humana, sino también como medio para superar un conflicto que va más allá, que pone en peligro la vida planetaria. Esta perspectiva luce por su ausencia en las frases siguientes: “Hasta que no sean los trabajadores mismos quienes controlen y decidan sobre la producción no apoyaremos la reducción de la capacidad de producción destinada al consumo. [...] de lo que estamos hablando nosotros es de un cambio sustancial de la distribución de la riqueza y de poner su control en manos de los trabajadores, antes de decidir si esa riqueza es excesiva o no. Estamos hablando de la necesidad de una revolución que continúe la tarea iniciada hace 70 años.”
Suena como la continuación del pensamiento liberal, empleado desde abajo. Mientras la clase obrera no esté en el poder no opinamos sobre eventuales riquezas excesivas. No importa el total... el movimiento solucionará todo al final, el “laissez-faire” será válido también para la clase trabajadora. Parece que duela menos que el planeta vaya al carajo ahora, que el hecho que las masas no entiendan quien es su enemigo. Me parece un razonamiento reductor, irresponsable, poco marxista, y en cambio muy idealista. En el documento se insiste en que primero los trabajadores tienen que controlar y decidir sobre la producción, es decir tomar el poder, y luego veremos si la “riqueza es excesiva o no”. “Alguien puede pensar que no importa el orden de estos dos factores: acabar con el capitalismo y comenzar una reestructuración de la producción, pero el orden de los factores sí altera el producto”... y quizás también el resultado de las luchas. Si la vía revolucionaria sigue tapada mientras el capitalismo vaya aumentando la riqueza para los suyos a base de terminar con varios recursos naturales ¿el redactor del documento seguirá insistiendo en primero la toma de poder, luego veremos? Eso de primero por aquí, luego por allá, cierra en esto caso muchas puertas para los que están “allá” en tiempos que más valdría tener las puertas abiertas para nuevas aportaciones. El problema de los recursos naturales no lo podemos dejar para después porque es de rabiosa actualidad ahora. La ecología y el decrecimiento son campos de lucha por el socialismo, no tareas para después, porque nos ayudan a dar contenido en un marco más amplio a la misma necesidad de acabar con el capitalismo. Naturalmente coincidimos con el documento en situar el sistema productivo capitalista como el obstáculo principal para avanzar en todos los demás terrenos, pero tanto la historia como el mismo marxismo nos enseñan que el orden entre las luchas democráticas (y ecológicas) y revolucionarias no se pueden preestablecer, y es inútil (además de erróneo) intentar sustituir su relación dialéctica por una de lineal.
La conclusión que se saca en otro sitio del documento para suavizar su postura antidecrecimiento suena poco convincente y algo contradictoria después de todo dicho anteriormente: “Hay que integrar en la lucha de clases la denuncia de los desastres ecológicos, la defensa del medio, como un elemento más para combatir el capitalismo.” También creo que se tendría que extender la lucha de clases a las batallas ecológicas para que se vea la reciprocidad y la dialéctica en las batallas reales y existentes. No es necesario integrar una en la otra, el respeto mutuo es importante y su combinación deseable a pesar de –o más bien, gracias a– ciertas diferencias. Creo que hace falta bajar los prejuicios en general para evitar la descoordinación actual entre los diversos movimientos en activo. El primer problema con esta propuesta es justamente que no incluye la lucha por el decrecimiento en la “integración”. ¿Qué es la denuncia de los desastres ecológicos y la defensa del medio, sino una lucha por el decrecimiento, dirigida –con o sin voluntad expresa– contra el capitalismo? El razonamiento anterior de que para el capitalista es igual crecer o decrecer mientras haga beneficio parece haber situado el suplemento en una situación de no querer reconocer la tendencia expansionista del capitalismo. ¿Es necesario esperar que los trabajadores hayan llegado a poder “decidir sobre la producción” antes de veros implicados en el reconocimiento de esta batalla? Un segundo problema es que tiende a convertir –visto el artículo entero– la lucha de clases en un concepto antropocentrista, si no acepta que también es un medio para solucionar un conflicto que no se limita a una sola especie y que puede aportar mucho para evitar el agotamiento de los recursos naturales del planeta. El documento tiende a elevar la lucha de clases a un nivel eclesiástico que condiciona todas las demás batallas. En perspectiva histórica la existencia de clases es un pequeño paréntesis en la evolución de la especie humana –que nos ha tocado vivir nosotros–, y aún más pequeño si lo miramos en función de la evolución del planeta. Hay que cuidar esta perspectiva que nos enseñó Copérnico, Newton, Darwin, Marx, Engels, y muchos más, para no volver a reducir nuestras perspectivas. Este peligro, presente en el suplemento, es para mi más real que el de la vuelta a modelos de producción anteriores si los “decrecentistas” llegan a convencer. Aquí parafraseo el documento y devuelvo la frase a su autor: “No basta con empezar a construir un mundo paralelo en el pensamiento (“decrecimiento” en el suplemento), porque el mundo es único y o nos hundimos o nos salvamos todos y todas.” Frase que me produce la siguiente asociación de ideas: Los dinosaurios no tuvieron ninguna culpa de su extinción pero con la especie humana sería seguramente diferente.
Hay muchos más puntos por comentar (relación entre producción local y producción globalizada, decrecentististas y posiciones malthusianas, concepto de fuerzas productivas, la contraposición de “decrecimiento o crecimiento” al “socialismo o barbarie”...) pero creo con esto hay suficiente para seguir el debate si hay voluntad.